lunes, 9 de junio de 2008

Alfredo en el jardín

Alfredo tiene 12 meses recién cumplidos. Es el nene de la casa. Está empezando a andar y da pasitos a gran velocidad con ganas desmesuradas. Parece estar siempre ansioso de salir corriendo a aquel lugar preferido, o simplemente al azar un lugar elegido en el momento.

Hoy Alfredo quiere jugar, como cada día, pide fiesta y se la dan, por supuesto, los ratitos que no hay que trabajar. Alfredo, que se encuentra de pie, enganchado a las rodillas de mamá, que está sentada en el sofá, hace grandes esfuerzos por aguantarse. Pero quiere más, casi parece que no vaya a mantenerse y sin embargo, parece que quiere recorrer un largo recorrido. Levanta sus bracitos, arriesgándose a perder el equilibrio, para mostrar a mamá que quiere andar, y que ella le acompañe, claro. Allá va, ya le han dado el equilibrio, puede volar! se avalanza, corre, parece que vuela, sí que vuela! tiene la sensación de ir mas deprisa todavía si sus pasos los marca con un golpe de talón. Y apresurado pero sin prisas, como cualquier niño que aprende a caminar, ya se ha perdido en el jardín.

Entonces, mamá que le acompaña en todo momento, se sorprende cuando con gesto imponente Alfredo dobla sus rodillas y deja caer su peso muerto sobre la hierba. No se ha cansado, nunca se cansa. Ha encontrado con qué jugar. Entonces se dispone a disfrutar de la tierra y de la hierba, de las piedras y de las hojas que encuentra donde se ha sentado a golpe de elección. Esta vez sí ha podido decidir.

Entonces apenas 3 minutos, casi no ha jugado, no le ha dado tiempo a nada más que arrancar unas ramitas de césped que ahora intentaba pinzar de entre sus manos, y ya se tiene que ir. Vayaaa, lo cojerá mamá en brazos frente a algunas miradas ajenas. Alfredo gruñe, patalea y va a llorar. Entonces se observan diversas actitudes. Hay quien rie y le hace gracia el cambio de humor brusco de Alfredo. Hay quien no presta atención a la situación, restando al ser humano de sensibilidad ante la protesta de un niño. Hay quien con un gesto apresura a la madre a calmar pronto a Alfredo y así evitar comentarios. Y la madre, que mira a Alfredo con la expresión de quien no tiene elección.

Alfredo finalmente cede, no llora, se deja meter en el coche sin rechistar... Y la madre se hace una pregunta: "A quien le gusta le sacaran así de una discoteca?"... Y Alfredo mira desde la ventana las caras ajenas que ahora le despiden tan amablemente con comentarios de "ves? qué pronto se calla. Qué bueno es Alfredo". Otro día quizás tenga más tiempo para jugar en el jardín.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si, soy Alfredo. Como pille a esos que me sacan del jardín por la fuerza!