sábado, 27 de febrero de 2010

Reflexiones.

Me falta tiempo… libros que esperan, cursos que no se completan… un blog que a veces tengo que descuidar un poco. Y así pasan los días… 24 horas no son suficientes para una madre. Ni siquiera tal vez para un hijo cuando tenemos tantas cosas por hacer. Pero sentimos igualmente esa felicidad interna que nos acompaña cuando caminamos juntos, cada día, 24 horas.

Xavier se quería disfrazar de elefante. Y yo ya iba tarde, una vez más. Me preguntaba si tal vez lo dijo por decir, o ciertamente ese quería que fuera su disfraz sin posibilidad de cambios. Y lo encontré, un día antes del carnaval. Cuando él ya iba anunciando a todo el mundo que un elefante era lo que quería ser y yo aún dudaba si sería posible. Aquella tarde se puso tan contento. Quiso estrenarlo y jugamos a que un elefante feroz corría por casa. “La mamá estaba en la cocina cuando ha venido un elefante y le ha dado un susto” explicaba Xavier. Xavier, mi pequeño elefante feliz durante muchas tardes. Lo conseguimos al fin y fue, tal y como tú quisiste que fuera.

Hoy decía que tenía miedo al acostarse. Un tigre se había colado en su habitación. Acariciando la pared yo le decía que se trataba de un tigre bueno. Y le decíamos a la pared “guapo, guapo” mientras Xavier creía también que acariciaba a nuestro nuevo amigo imaginario.

Cuánta falta me haces Xavier. Tanto que a veces, no sé quién acompaña a quién en nuestros días de soledad a medias. Me descubro riendo de lo más trivial y disfrutando de los más simple. A veces, también triste por tanta complejidad. Las cosas no son siempre lo que parecen y solo hay que encontrar la visión adecuada, subjetiva o no.

Esta semana he llorado. He llorado una tarde, y al día siguiente y tal vez también hoy. Pero me he sentido después mucho mejor. Ante unos ojos extraños que me miraban con sorpresa y me decían “siento haberte preocupado más” en ese día que se me vino todo encima. El motivo: hemos tenido mala suerte: Tres colegios, un sorteo, y un mal resultado. Xavier no irá al colegio deseado, ni siquiera al segundo de la lista, y muy mal lo tenemos para entrar en el tercero. Tal vez acabemos rebotando hasta el infinito y las cosas no sean como esperamos. En mi cabeza dando vueltas la idea de cómo algo tan importante debe decidirse al azar. Tengo un mes para seguir alimentando mi incertidumbre, para llorar si se me caen las lágrimas y secármelas cuando haya terminado de dolerme la duda.

Tal vez tenga razón una amiga, y a veces no hay bien que por mal no venga. Quizás sea que nos necesiten en alguna otra parte, porque Xavier vale mucho y Xavier haya que compartirlo en otros lugares. No sé… El destino decidirá por nosotros o decidiremos nosotros si aún queda algo que podamos hacer. Quizás me haya preocupado demasiado por una educación a largo plazo, hasta que cumpla 12 años de su tiernecita vida. Quizás solo haya que mirarlo desde otra perspectiva y pensar que en realidad son 12 años a corto plazo. Vaya! Lo que os decía antes… parece que así cambia la cosa, verdad?. Esto es ironía.

Y mientras, hoy hemos hecho videoconferencia. Xavier y papá, papá y Xavier, y cuando se produce el milagro… todo lo demás parece que sobra. Dos mundos paralelos, tres vidas enlazadas. Varias horas de diferencia entre mundos paralelos, pero que al final, por videoconferencia, convergen en un mismo momento. Si la unidad de tiempo sigue siendo la misma, tal vez sea que no estamos tan lejos.

Un post de reflexiones de quien escribe sin pensar que piensa escribiendo… Con seguramente una única conclusión…Como alguien dijo una vez… y tal vez tal y como hoy me siento respecto a tantas cosas: “Tiempo, me temo que lo único que nos quede sea esperar” Y mientras esperamos seguramente, Xavier y yo sigamos teniéndonos el uno al otro. Agradecidos y sencillamente felices… sin esperar mucho más.

La imagen que he eligido: un mar cuando está en calma y un camino que se adentra como queriendo cruzar el inmenso charco... He leído que la foto se llama "camino al mar"... Aunque anuncien las noticias que esta noche van a haber tormentas...

martes, 16 de febrero de 2010

Érase una vez un niño...

... que sabía volar.

El mundo entero sería suyo. Soñaba que era capaz de volar como un halcón. Incluso creía que sus alas estaban hechas de aquel material extraño: "algodón metálico". Como solía decir "fuertes y ligeras como las de un pájaro". Y el niño volaba! o creía que volaba, qué más da.

Y es que... Quién puede descoser sus alas si está tan convencido de que las posee? Ya ves... La vida está llena de alas de algodón metálico. Solo tienes que creer en ellas.