sábado, 23 de agosto de 2008

Después de las vacaciones.

Un cambio brutal en pocos días. Alguien me ha dicho que cuando te vas de vacaciones los niños vuelven irreconocibles, como más espabilados. Más que menguar en sus actitudes crecen exponencialmente, de forma que demuestran su gran adaptabilidad a los cambios, su gran progreso continuado. Me sorprende la forma en que a diario se interesan por las cosas, cómo son capaces de percibir lo imperceptible, son como esponjas que absorven y absorven y no se cansan nunca.

Xavier ha vuelto a la normalidad, con tanta naturalidad que parece mentira. Es como si tuviera un reloj interno que lo sincroniza con cada entorno. Se comporta de forma predecible de forma que ha disuelto rápidamente mis dudas sobre qué pasaría a la vuelta de las vacaciones. Es más, ha hecho un cambio severo pero preservando sus inicios. Lo que me encanta de Xavier es que cambia con el tiempo, las etapas, los días, los entornos, pero siempre preserva su idea inicial de que él es como es. Puedes reconocerlo en cada nueva actitud, porque nunca deja de ser Xavier. Tiene su esencia bien definida, única entre millones, porque como cada niño... es especial.

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