El niño perfecto es el que con su actividad innata devora la vida con ganas y sin límites.
El niño perfecto habla cuando tiene algo que decir. Llora cuando tiene algo que llorar y rie cuando tiene ganas de reir.
El niño perfecto es el que a veces no comparte sus juguetes.
El niño perfecto seduce a la mirada atenta de quien busca algo de honestidad en alguna parte.
El niño perfecto busca el cielo, los aviones, el sol, las estrellas... y te hace preguntas: Te ayuda a levantar la mirada apagada cuando no la despegas del suelo.
El niño perfecto es el que te levanta la camisa buscándote el ombligo y el corazón.
El niño perfecto es el que encuentra las piernas al caracol y unas antenas al gato.
El niño perfecto no conoce la limitación del tiempo y es el que tira tu reloj a la basura.
El niño perfecto es un niño. Y se comporta como tal.
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