Pues en tan solo una semana me ha dado tiempo a darme cuenta de un nuevo error que he ido cometiendo sin darme cuenta puede que una y otra vez. Tal vez desde hace ya tiempo, aunque no se había personalizado con tanta intensidad. Os diré que me considero o consideraba, ahora ya no lo sé, jajaa una persona segura: segura de sí misma, de las cosas que hago, de cómo las hago. A veces tus actos se reflejan como espejos en las acciones de los demás (eso lo he extraido del libro que me he leído) y tal vez todos en algún momento tengamos que hacer una reflexión sobre qué es lo que estamos reflejando… A veces por tanto nuestras actitudes las vemos reflejadas en nuestros hijos y es necesario pararse a pensar si para mejorar una situación específica debemos cambiarlos a ellos o tal vez cambiarnos nosotros mismos.
Pues bien, me he visto a mí misma propagando mis miedos sobre Xavier. Todo parece transparente cuando todo va bien, Xavier está contento, no pasa nada, todo es perfecto. Pero de pronto aparece una situación que no controlas, Xavier llora, tú no sabes qué hacer, dudas y acaba siendo un caos. No sé si os ha pasado alguna vez, es el claro ejemplo de la inseguridad que transmitimos.
La cosa fue así: Meto a Xavier en una bañera ajena (pues estábamos de vacaciones en un apartamento) y él siente el miedo inicial a una situación extraña. Él de entrada se pone a llorar, seguramente me miraría con ojos interrogativos de quien espera alguna respuesta. Yo me estreso, escucho su llanto y me apresuro a engañarme a mí misma, y a él también. Casi puedo convencerme que el bañarlo no es una situación segura porque lo escucho llorar, así que lo retiro de inmediato como si un tiburón le hubiera acechado en el agua. Lo exagero, pero el ejemplo es claro: La respuesta que di a sus ojos interrogativos fue la de "es una situación peligrosa" seguramente.
Curiosamente, a partir de ese momento me hice miles de preguntas: "y ahora por qué le da miedo el agua?" "Por qué si en casa le encanta el momento de su baño?" "Habrá cogido miedo por algo?" Y así hasta un sin fin de cuestiones. Finalmente mi lucidez vino de la mano de la autovaloración personal sobre MI comportamiento, sin cuestionar equivocadamente el de Xavier. Y entonces me vi a mí misma contagiando inseguridad a partir del momento que Xavier demostró desconfianza al agua. Lógicamente si él dudó al principio de su situación “desconocida” después de ver mi reacción aún más se reafirmaría en sus miedos.
Y es como si mi visión ahora se prolongara hacia todas las situaciones extensibles de forma que pueda llegar a cuestionarme cuántas veces he cometido el mismo error, cuántas veces he podido fallar en este sentido: cuando se cae y no se hace daño, cuando algo le ha asustado... La seguridad, la confianza a lo desconocido es algo que los niños esperan recibir de nosotros como padres. Y después de todo, por suerte, tengo esa sensación de alivio de haberme descubierto como persona tan imperfecta que soy. Aprender con el tiempo, es lo que nos lleva a perfeccionarnos. Así que me siento mejor conmigo misma.
Os diré que al día siguiente Xavier se metió en aquella bañera tan feliz como en casa. Yo misma con asombro me pregunto si mi cambio de actitud pudo ser tan decisiva. No lo sé. Pero estoy tan agradecida a mis reflexiones que no dudaré en replantearme mis actitudes cuando vuelva a sentir esos ojos interrogativos de Xavier clavándose sobre mi responsabilidad.
martes, 12 de agosto de 2008
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