Siempre he tenido el sentimiento místico de que venimos al mundo para algo más... Escucho hablar a la gente de tener casas más grandes, de querer comprarse coches caros, de vivir tan bien como otros y sinceramente... No es una prioridad. Me parece un poco extraño basar el objetivo de nuestra existencia a cosas tan superficiales como el dinero, creo que hemos venido a mucho más. Además lo que me parece más lamentable de todo es ver cómo gente que ya tiene suficiente se lamenta en que por qué no puede tener mucho más. Y es entonces cuando pienso en aquello de que la felicidad es siempre subjetiva y que ojalá más gente valorara lo que tiene. Es el pan de cada día en esta sociedad consumista que nos oprime las neuronas.
Pues bien, dentro de este caos y esta extrema tendencia a la deshumanización, aún se encuentran precedentes. He tratado de buscar muchas veces dónde está mi lugar en este desorden, cuál puede ser mi función en la vida. Nada tiene sentido si tu vida la llenas de vacío y no aportas nada generoso (fuera de tu beneficio) a la sociedad. Un día de pronto dejé de dedicar muchas horas al trabajo, a los estudios... hice un cambio. Entonces empecé lo que más me gustaba desde que tengo uso de razón y por cuestiones de la vida siempre me había privado, dedicar mi tiempo libre a los animales. En este caso animales abandonados de la perrera que me han enseñado tantas cosas... Con ellos he llorado, he sentido, me he conmovido, he puesto el corazón.
No es lo que das (sea cual sea la actividad que hagas sin ánimo de lucro) es la satisfacción personal de lo que consigues, que ayudas sin esperar nada a cambio y sentir que ciertamente tu existencia tiene ahora tiene más sentido. Podíamos llamar a este trasfondo "el egoísmo del generoso", que es feliz de hacer feliz a los demás. Es la balanza equilibrada.
Lo encontramos también en nuestro día a día... Y es que al final, lo que uno intenta es acostarse cada noche con la sensación de sentirte bien y tranquilo. Haber ayudado a alguien o a nosotros mismos... La paz interior, para mí es el alma de la vida. Y cada uno la conseguimos y materializamos de mil formas diferentes, siempre subjetivas.
A veces he tenido que renunciar a muchas cosas para seguir teniendo mi vida al margen de los animales y en orden. No puedes darlo todo y olvidarte de lo demás, eso también te ayuda a conseguir el equilibrio... Porque, permítidme la comparación: "Si eres feliz en casa también lo eres en el trabajo" o por lo menos, ayuda no?
Algo así como la teoría de los reflejos, positivos y negativos, que asegura que reflejamos y aportamos a los demás lo que somos, nuestro estado en cada momento. Si eres feliz llenarás de positividad tus relaciones con los demás y les harás felices en cierta forma también porque percebirán esa fuerza y entusiasmo. De lo que se deduce que también para ayudar al máximo a los demás, tenemos que permitirnos también hacernos felices a nosotros mismos primero.
Desde que soy madre he comprendido una cosa: mi misión es infinita. Tener hijos te permite poder influir a través de ellos en el futuro. Pienso que transmitiéndoles amor serán portadores de amor toda su vida y por amor se acabarán tantas cosas. No sé, es otra de mis ideas místicas... Ojalá nos uniéramos un día todos para salvar al mundo, a la gente, a la naturaleza... de este fracaso (iba a decir suicidio) colectivo en el que vivimos. Y es que a veces, te queda esa sensación de vacío de decir "y no se puede hacer más?"
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