miércoles, 28 de mayo de 2008

Xavier y sus dos nuevos amigos en el médico


Xavier tiene 10 mesecitos y es un ángel! Es tranquilo, pero activo. Es feliz y generoso. Xavier sabe hacer las palmitas, los cinco lobitos, sabe decir "papapapa..." y gritar fuerte para oirse bien. Está empezando a gatear hacia delante, sabe ir de habitación en habitación, sabe dar pasitos cuando está erguido si le das el equilibrio. A Xavier le está cambiando la carita de bebé a personita. Pone cara de abuelo cuando se nota los dientes, con los labios hacia adentro. Xavier que dice adéu con la manita cuando te vas, hola cuando vuelves. Bueno, dice adéu cuando ya te has ido porque lo imita tarde jajajaaaa. Xavier que se despierta de madrugada y quiere brazos... Se despierta de madrugada y tú quieres que te abrace. Se ríe cuando le vas a leer el libro de "Veig un ós de peluix" y gruñe cuando le quitas algo de las manitas. No quiere salir del agua, no quiere que lo cambies de ropa o de pañal, se quita sin más el gorrito que le pones para protegerle del sol. Xavier q come poquito. Con su dedito gordo en la boca, chupando sin parar, parece todavía más dulce. Se está haciendo más grande y no sabes qué hacer para parar el tiempo. A Xavier le gustan los mandos, los móviles y la pequeña silla pintada de azul que lleva su nombre. No hace mucho caso a sus juguetes. Le encantan sus cordones, las cremalleras y los botones pero prefiere que no le agobies mucho con besos, ni que le cojas en brazos cuando quiere juego. Se regala cuando le dices cualquier cosa, y se vuelve a regalar por nada a cambio. Es tan inocente que juega a coger una piedra grande en el parque. Xavier que lo es todo.


Xavier ayer fue al médico y allí se encontró con dos nenes que eran hermanos. Tendrían unos 6 o 7 años... Me quedé impresionada como observadora pasiva de la situación. Los nenes locos por estar con el bebé. Se acercaban bien cerquita e intentaban tocarlo. Su madre, conversando con otra mujer no los perdía de vista "no toquéis al bebé, a los bebés no se les toca" y los niños dejaban de tocar al bebé. Pero al rato, volvían con las mismas ganas de intentarlo. Le acariciaban la carita blanquita, le tocaban el pelito suave, le hacían mimos... Xavier encantadísimo con tantas atenciones, cuando éstos se distraían y se alejaban por algún motivo, les miraba y emitía un grito corto pero intenso. Entonces los niños otra vez volvían a mirarlo y Xavier volvía a sonreir. Se repetía la escena una y otra vez, como si se tratara de un ciclo infinito. Y yo me quedaba ciertamente fascinada pensando "qué poco necesita un niño para ser feliz" y a veces "cuánto parece que nos cueste darles lo poquito que piden". La humildad en su estado más puro. Y es que observar a un niño es como aprender de ellos y tienen tanto que enseñarnos...

martes, 27 de mayo de 2008

A veces no logro recordar.

Soy olvidadiza, soy desordenada por naturaleza. A veces no me acuerdo de las cosas... No logro recordarlas tal y como son, tal y como esperaba acordarme. No me vienen a la cabeza. No os pasa alguna vez? No me acuerdo exactamente de cómo sucedió lo de ayer, antesdeayer... hago esfuerzos y no lo consigo, pero recuerdo perfectamente el día de hace tres años. No es memoria selectiva, porque no siempre olvido solo lo que pretendo olvidar... no siempre (jajaa, risa maliciosa) Y es que a veces no me acuerdo de algo importante, o de ese detalle pequeño pero tan grande a la vez. Entonces da rabia. Jooooo... tengo la memoria de un pez! qué rabia! Sabré vivir con mis defectos? Y mejor aún, podré hacer que tú olvides que los tengo? (jajaa risa maliciosa otra vez) ;-)

domingo, 25 de mayo de 2008

Mi experiencia "lactante": Fisura

Esta fue mi dolencia más difícil de llevar durante los primeros meses con Xavier. Me duele hasta al acordarme incluso, sí fue difícil. En este caso fisura anal (he preferido no ponerlo en el título jajaaa no me preguntéis por qué jajajaa). Se produjo debido al esfuerzo del parto... Y duró más de 6 meses. Estuve a punto de entrar en quirófano, pero a partir de los 6 meses empezó a mejorar notablemente y finalmente descartamos la intervención. Aún a día de hoy a veces me molesta todavía, pero una molestia que nada tiene que ver con aquellos meses.

Lo bueno de la fisura, y menos mal, es que solo dolía a ratos, más o menos durante 4 largas horas después de cada vez que iba al lavabo. La herida se abría de nuevo y no dejaba de sangrar (mejor no doy detalles jajaaaa) de forma que durante largas horas tenía ese dolor punzante que no me dejaba concentrarme en Xavier tanto como me habría gustado. Esos ratos, lo pasaba realmente mal... A diario, por la noche, por el día... Me sentenciaba cada vez que iba al baño. No lo llevaba nada bien... A veces no podía ni estar sentada para darle el pecho a Xavier, y tenía que hacer esfuerzos para no interrumpirle durante la toma cambiando de postura. Así era... Qué tratamiento tenía? Pues un tratamiento más severo que no podía hacerme puesto que daba el pecho. El especialista no me puso pegas en ningún momento, no tuve que escuchar ningún comentario desafortunado de "tendrías que dejar de dar el pecho" no, todo lo contrario. Gracias Dr. Maristany, sin más, porque a veces el trabajo se convierte en un "echar una mano" a quien lo necesita. Me llevaba un control continuado y siempre recibí por su parte un trato excepcional. No hay palabras.

Una noche, tuve dolor intenso otra vez… Serían las 2 o 3 de la madrugada y ese dolor punzante no me dejaba descansar las pocas horas que Xavier me regalaba de sueño. Esa idea rondaba mi cabeza sin parar “tienes que dormir… aprovecha”. La verdad es q el tema del sueño también lo llevaba mal, porque Xavier dormía muy poco rato seguido (muchas medias horas/cuartos de hora) pero claro, eso no daba para mucho… Apunto que pregunté al pediatra una vez incluso sobre este hecho. Mi inquietud era “mi bebé no duerme casi nada” a lo cual el pediatra contestó “nada qué significa? Nada seguido, no duerme?” A lo cual claro, mi respuesta era “no mucho tiempo seguido… pero sí varias veces al día va pegando cabezaditas cortas” Pues bien, “con eso ya tienen suficiente”, me dijo, "el problema simplemente es que no descansáis los padres”… Supongo que así sería… no sé… La cosa es que aquella noche llevaba un rato dormidito y parecía que iba a aguantar… Entonces sucedió el momento que yo he interpretado como “mágico” … Me dolía, no podía descansar, no podía dejar de concentrarme en el “cómo me duele y no puedo dormir”… hasta el punto que deseé que Xavier se despertara y poder cogerlo en bracitos otra vez… Tenía esa necesidad intempestiva de querer abrazarlo y sentirme mucho mejor, de forma que casi sentía que esa criatura iba a ser mi única medicina en aquellos momentos. Imagináis por qué puedo recordar aquel momento como mágico? Pues sí, Xavier empezó a moverse e inmediatamente pidió bracitos con sus gruñidos, que esta vez, sonaban a gloria. Ciertamente, a partir de aquel momento, mi mente se centró únicamente en ese vínculo afectivo indescriptible que me arropó toda la noche permitiéndome sobrellevar mejor el dolor. Xavier fue como la gota de calma en un mar de tormentas. Como véis, muchas veces también ellos cuidan de nosotros. Sin duda.

viernes, 23 de mayo de 2008

Mi relato preferido

Ojos de perro azul (1950)

Entonces me miró. Yo creía que me miraba por primera vez. Pero luego, cuando dio la vuelta por detrás del velador y yo seguía sintiendo sobre el hombro, a mis espaldas, su resbaladiza y oleosa mirada, comprendí que era yo quien la miraba por primera vez. Encendí un cigarrillo. Tragué el humo áspero y fuerte, antes de hacer girar el asiento, equilibrándolo sobre una de las patas posteriores. Después de eso la vi ahí, como había estado todas las noches, parada junto al velador, mirándome. Durante breves minutos estuvimos haciendo nada más que eso: mirarnos. Yo mirándola desde el asiento, haciendo equilibrio en una de sus patas posteriores. Ella de pie, con una mano larga y quieta sobre el velador, mirándome. Le veía los párpados iluminados como todas las noches. Fue entonces cuando recordé lo de siempre, cuando le dije: «Ojos de perro azul». Ella me dijo, sin retirar la mano del velador: «Eso. Ya no lo olvidaremos nunca». Salió de la órbita suspirando: «Ojos de perro azul. He escrito eso por todas partes».

La vi caminar hacia el tocador. La vi aparecer en la luna circular del espejo mirándome ahora al final de una ida y vuelta de luz matemática. La vi seguir mirándome con sus grandes ojos de ceniza encendida: mirándome mientras abría la cajita enchapada de nácar rosado. La vi empolvarse la nariz. Cuando acabó de hacerlo, cerró la cajita y volvió a ponerse en pie y caminó de nuevo hacia el velador, diciendo: «Temo que alguien sueñe con esta habitación y me revuelva mis cosas»; y tendió sobre la llama la misma mano larga y trémula que había estado calentado antes de sentarse al espejo. Y dijo: «No sientes el frío». Y yo le dije: «A veces». Y ella me dijo: «Debes sentirlo ahora». Y entonces comprendí por qué no había podido estar solo en el asiento. Era el frío lo que me daba la certeza de mi soledad. «Ahora lo siento ―dije―. Y es raro, porque la noche está quieta. Tal vez se me ha rodado la sábana». Ella no respondió. Empezó otra vez a moverse hacia el espejo y volví a girar sobre el asiento para quedar de espaldas a ella. Sin verla sabía lo que estaba haciendo. Sabía que estaba otra vez sentada frente al espejo, viendo mis espaldas, que habían tenido tiempo para llegar hasta el fondo del espejo, viendo mis espaldas, que habían tenido tiempo para llegar hasta el fondo del espejo y ser encontradas por la mirada de ella, que también había tenido el tiempo justo para llegar hasta el fondo y regresar ―antes que la mano tuviera tiempo de iniciar la segunda vuelta― hasta los labios que estaban ahora untados de carmín, desde la primera vuelta de la mano frente al espejo. Yo veía, frente a mí, la pared lisa, que era como otro espejo ciego, donde yo no la veía a ella ―sentada a mis espaldas―, pero imaginándola dónde estaría si en lugar de la pared hubiera sido puesto un espejo. «Te veo», le dije. Y vi en la pared como si ella hubiera levantado los ojos y me hubiera visto de espaldas en el asiento, al fondo del espejo, con la cara vuelta hacia la pared. Después la vi bajar los párpados, otra vez, y quedarse con los ojos quietos en su corpiño, sin hablar. Y yo volví a decirle: «Te veo». Y ella volvió a levantar los ojos desde su corpiño. «Es imposible», dijo. Yo pregunté por qué. Y ella, con los ojos otra vez quietos en el corpiño: «Porque tienes la cara vuelta hacia la pared». Entonces yo hice girar el asiento. Tenía el cigarrillo apretado en la boca. Cuando quedé frente al espejo ella estaba otra vez junto al velador. Ahora tenía las manos abiertas sobre la llama, como dos abiertas alas de gallina, asándose, y con el rostro sombreado por sus propios dedos. «Creo que me voy a enfriar ―dijo―. Esta debe ser una ciudad helada». Volvió el rostro de perfil y su piel de cobre al rojo se volvió repentinamente triste. «Haz algo contra eso», dije. Y ella empezó a desvestirse, pieza por pieza, empezando por arriba; por el corpiño. Le dije: «Voy a voltearme contra la pared». Ella dijo: «No. De todos modos me verás, como me viste cuando estabas de espaldas». Y no había acabado de decirlo cuando ya estaba desvestida casi por completo, con la llama lamiéndole la larga piel de cobre. «Siempre había querido verte así, con el cuero de la barriga lleno de hondos agujeros, como si te hubieran hecho a palos». Y antes que yo cayera en la cuenta de que mis palabras se habían vuelto torpes frente a su desnudez, ella se quedó inmóvil, calentándose en la órbita del velador, y dijo: «A veces creo que soy metálica». Guardó silencio un instante. La posición de las manos sobre la llama varió levemente. Yo dije: «A veces, en otros sueños, he creído que no eres sino una estatuilla de bronce en el rincón de algún museo. Tal vez por eso sientes frío». Y ella dijo: «A veces, cuando me duermo sobre el corazón, siento que el cuerpo se me vuelve huevo y la piel como una lámina. Entonces, cuando la sangre me golpea por dentro, es como si alguien me estuviera llamando con los nudillos en el vientre y siento mi propio sonido de cobre en la cama. Es como si fuera así como tú dices: de metal laminado». Se acercó más al velador. «Me habría gustado oírte», dije. Y ella dijo: «Si alguna vez nos encontramos pon el oído en mis costillas, cuando me duerma sobre el lado izquierdo, y me oirás resonar. Siempre he deseado que lo hagas alguna vez». La oí respirar hondo mientras hablaba. Y dijo que durante años no había hecho nada distinto de eso. Su vida estaba dedicada a encontrarme en la realidad, al través de esa frase identificadora. «Ojos de perro azul». Y en la calle iba diciendo en voz alta, que era una manera de decirle a la única persona que habría podido entenderla:

«Yo soy la que llega a tus sueños todas las noches y te dice esto: ojos de perro azul». Y dijo que iba a los restaurantes y les decía a los mozos, antes de ordenar el pedido: «Ojos de perro azul». Pero los mozos le hacían una respetuosa reverencia, sin que hubieran recordado nunca haber dicho eso en sus sueños. Después escribía en las servilletas y rayaba con el cuchillo el barniz de las mesas: «Ojos de perro azul». Y en los cristales empañados de los hoteles, de las estaciones, de todos los edificios públicos, escribía con el índice: «Ojos de perro azul». Dijo que una vez llegó a una droguería y advirtió el mismo olor que había sentido en su habitación una noche, después de haber soñado conmigo. «Debe estar cerca», pensó, viendo el embaldosado limpio y nuevo de la droguería. Entonces se acercó al dependiente y le dijo «Siempre sueño con un hombre que me dice: “Ojos de perro azul”». Y dijo que el vendedor la había mirado a los ojos y le dijo: «En realidad, señorita, usted tiene los ojos así». Y ella le dijo: «Necesito encontrar al hombre que me dijo en sueños eso mismo». Y el vendedor se echó a reír y se movió hacia el otro lado del mostrador. Ella siguió viendo el embaldosado limpio y sintiendo el olor. Y abrió la cartera y se arrodilló y escribió sobre el embaldosado, a grandes letras rojas, con la barrita de carmín para labios: «Ojos de perro azul». El vendedor regresó de donde estaba. Le dijo: «Señorita, usted ha manchado el embaldosado». Le entregó un trapo húmedo, diciendo: «Límpielo». Y ella dijo, todavía junto al velador, que pasó toda la tarde a gatas, lavando el embaldosado y diciendo: «Ojos de perro azul», hasta cuando la gentes se congregó en la puerta y dijo que estaba loca.

Ahora, cuando acabó de hablar, yo seguía en el rincón, sentado, haciendo equilibrio en la silla. «Yo trato de acordarme todos los días la frase con que debo encontrarte ―dije― . Ahora creo que mañana no lo olvidaré. Sin embargo, siempre he olvidado al despertar cuáles son las palabras con que puedo encontrarte». Y ella dijo: «Tú mismo las inventaste desde el primer día». Y yo le dije: «Las inventé porque te vi los ojos de ceniza. Pero nunca las recuerdo a la mañana siguiente . Y ella, con los puños cerrados junto al velador, respiró hondo: «Si por lo menos pudiera recordar ahora en qué ciudad lo he estado escribiendo».

Sus dientes apretados relumbraron sobre la llama. «Me gustaría tocarte ahora», dije. Ella levantó el rostro que había estado mirando la lumbre: levantó la mirada ardiendo, asándose también como ella, como sus manos: y yo sentí que me vio, en el rincón, donde seguía sentado, meciéndome en el asiento. «Nunca me habías dicho eso», dijo. «Ahora lo digo y es verdad», dije. Al otro lado del velador ella pidió un cigarrillo. La colilla había desaparecido de entre mis dedos. Había olvidado que estaba fumando. Dijo: «No sé por qué no puedo recordar dónde lo he escrito». Y yo le dije: «Por lo mismo que yo no podré recordar mañana las palabras». Y ella dijo, triste: «No. Es que a veces creo que eso también lo he soñado». Me puse en pie y caminé hacia el velador. Ella estaba un poco más allá, y yo seguía caminando, con los cigarrillos y los fósforos en la mano, que no pasaría el velador. Le tendí el cigarrillo. Ella lo apretó entre los labios y se inclinó para alcanzar la llama, antes que yo tuviera tiempo de encender el fósforo. «En alguna ciudad del mundo, en todas las paredes, tienen que estar escritas esas palabras: “Ojos de perro azul” dije―. Si mañana las recordara iría a buscarte». Ella levantó otra vez la cabeza y tenía ya la brasa encendida en los labios. «Ojos de perro azul», suspiró, recordando, con el cigarrillo caído sobre la barba y un ojo a medio cerrar. Aspiró después el humo, con el cigarrillo entre los dedos, y exclamó: «Ya esto es otra cosa. Estoy entrando en calor». Y lo dijo con la voz un poco tibia y huidiza, como si no lo hubiera dicho realmente sino como si lo hubiera acercado el papel a la llama mientras yo leía: «Estoy entrando ―y ella hubiera seguido con el papelito entre el pulgar y el índice, dándole vueltas, mientras se iba consumiendo y yo acababa de leer ― ...en calor», antes que el papelito se consumiera por completo y cayera al suelo arrugado, disminuido, convertido en un liviano polvo de ceniza. «Así es mejor ―dije―. A veces me da miedo verte así. Temblando junto al velador».

Nos veíamos desde hacía varios años. A veces, cuando ya estábamos juntos, alguien dejaba caer afuera una cucharita y despertábamos. Poco a poco habíamos ido comprendiendo que nuestra amistad estaba subordinada a las cosas, a los acontecimientos más simples. Nuestros encuentros terminaban siempre así, con el caer de una cucharita en la madrugada. Ahora, junto al velador, me estaba mirando. Yo recordaba que antes también me había mirado así, desde aquel remoto sueño en que hice girar el asiento sobre sus patas posteriores y quedé frente a una desconocida de ojos cenicientos. Fue en ese sueño en el que le pregunté por primera vez: «¿Quién es usted?». Y ella me dijo: «No lo recuerdo». Yo le dije: «Pero creo que nos hemos visto antes». Y ella dijo, indiferente: «Creo que alguna vez soñé con usted, con este mismo cuarto». Y yo le dije: «Eso es. Ya empiezo a recordarlo». Y ella dijo: «Qué curioso. Es cierto que nos hemos encontrado en otros sueños».

Dio dos chupadas al cigarrillo. Yo estaba todavía parado frente al velador cuando me quedé mirándola de pronto. La miré de arriba abajo y todavía era de cobre; pero no ya de metal duro y frío, sino de cobre amarillo, blando, maleable. «Me gustaría tocarte», volvía a decir. Y ella dijo: «Lo echarías todo a perder ―volvió a decir, antes que yo pudiera tocarla―. Tal vez, si das la vuelta por detrás del velador, despertaríamos sobresaltados quién sabe en qué parte del mundo». Pero yo insistí: «No importa». Y ella dijo: «Si diéramos vuelta a la almohada, volveríamos a encontrarnos. Pero tú, cuando despiertes, lo habrás olvidado». Empecé a moverme hacia el rincón. Ella quedó atrás, calentándose las manos sobre la llama. Y todavía no estaba yo junto al asiento cuando le oí decir a mis espaldas: «Cuando despierto a medianoche, me quedo dando vueltas en la cama, con los hilos de la almohada ardiéndome en la rodilla y repitiendo hasta el amanecer: “Ojos de perro azul”».

Entonces yo me quedé con la cara contra la pared. «Ya está amaneciendo ―dije sin mirarla―. Cuando dieron las dos estaba despierto y de eso hace mucho rato». Yo me dirigí hacia la puerta. Cuando tenía agarrada la manivela, oí otra vez su voz igual, invariable: «No abras esa puerta ―dijo―. El corredor está lleno de sueños difíciles». Y yo le dije: «Cómo lo sabes?». Y ella me dijo: «Porque hace un momento estuve allí y tuve que regresar cuando descubrí que estaba dormida sobre el corazón». Yo tenía la puerta entreabierta. Moví un poco la hoja y un airecillo frío y tenue me trajo un fresco olor a tierra vegetal, a campo húmedo. Ella habló otra vez. Yo di la vuelta, moviendo todavía la hoja montada en goznes silenciosos, y le dije: «Creo que no hay ningún corredor aquí afuera. Siento el olor del campo». Y ella, un poco lejana ya, me dijo: «Conozco esto más que tú. Lo que pasa es que allá afuera está una mujer soñando con el campo». Se cruzó de brazos sobre la llama. Siguió hablando: «Es esa mujer que siempre ha deseado tener una casa en el campo y nunca ha podido salir de la ciudad». Yo recordaba haber visto la mujer en algún sueño anterior, pero sabía, ya con la puerta entreabierta, que dentro de media hora debía bajar al desayuno. Y dije: «De todos modos, tengo que salir de aquí para despertar».

Afuera el viento aleteó un instante, se quedó quieto después y se oyó la respiración de un durmiente que acababa de darse vuelta en la cama. El viento del campo se suspendió. Ya no hubo más olores. «Mañana te reconoceré por eso ―dije―. Te reconoceré cuando vea en la calle una mujer que escriba en las paredes: “Ojos de perro azul”». Y ella, con una sonrisa triste ―que era ya una sonrisa de entrega a lo imposible, a lo inalcanzable―, dijo: «Sin embargo no recordarás nada durante el día». Y volvió a poner las manos sobre el velador, con el semblante oscurecido por una niebla amarga: «Eres el único hombre que, al despertar, no recuerda nada de lo que ha soñado».

Gabriel García Márquez(Aracataca, Colombia 1928—)

martes, 20 de mayo de 2008

Final de mes

Veamos el ejemplo básico de Manuel, una persona de lo más normal que se levanta cada día con los ojos pegados de no haber dormido bien, hoy gracias a los tacones de la vecina que resonaban de madrugada y ayer porque le dolía la espalda. Manuel se levanta a las 6:30h con pocas ganas de trabajar, le esperan 10 largas horas en total de ausencia en el hogar, lo que supone estar preguntándose durante 10 largas horas si su hija Marina de 34 meses hoy llorará al dejarla en la guardería, comerá bien el plato de verdura que le prepararon anoche y si esta tarde cuando le vea la carita otra vez, se le volverá a olvidar que estuvo 10 largas horas fuera de casa.

Manuel se va a trabajar, se pelea con el jefe que le dice que este mes no podrá hacer horas extras los sábados puesto que textualmente “la cosa no va bien”. Manuel trabaja sin ganas, sabe que este mes deberá recortar para poder pagar la hipoteca, la guardería de Marina y la dichosa gasolina del coche, que no para de subir. El próximo año tal vez sea otro buen año para pedir a su jefe el aumento frustrado de todos los años.

Manuel se hace un corte en las manos con la chapa de acero que debe soldar, pero se ata la herida con un trapo sucio con el que siempre se limpia las manos y a seguir trabajando. Se acuerda de Marina, pero hoy no llamará a Sonia (su mujer) para preguntar qué tal fue la despedida en la guardería… Deberá contarle que este mes no hay horas y que hay que ahorrar en móviles también. Así que simplemente coge su teléfono para mirar un instante la foto familiar que tiene de fondo de pantalla. Ahora le viene a la cabeza su tío Juan, cuántas veces le ha pedido que vaya a hacerle un apaño a casa… Ufff, debería ir este sábado entonces que no tengo que trabajar. Pero piensa en sí mismo por primera vez en el día de hoy para concluir en un “bueno, sino ya me pasaré otro día …”

Sonia le llama... "cariño, Marina otra vez se quedó triste en la puerta... y he llegado tarde al trabajo por el tráfico... puedes hablar con tu madre si puede pasar a recogerla? Pensaba en si podrías pasarte tú a comprar esta tarde. Yo tengo que ir con Marina al pediatra a ver qué le dicen de esa manchita que tiene en la pierna... Es hoy a las 18h. Me quieres? yo te quiero mucho." Manuel no le dice nada de la discusión con su jefe, ni de ahorrar este mes en teléfono... Le dice "Yo también. A ver qué le dicen a Marina en el médico, llámame enseguida. No te preocupes que voy a comprar."

Pasan las horas… Manuel mira el reloj, solo le quedan 15 minutos. Se despistó soldando y soldando placas de acero y se despistó pensando y pensando en sus cosas... y se le tiró el tiempo encima. Ya le cambia la cara. Ufff, pero tiene que ir a comprar. Sonia ya le ha llamado otra vez diciendo que la manchita de Marina no es nada y solo tendrán que comprarle crema solar pantalla total. Hoy Manuel no llegará a tiempo para llevarla al parque, pero le comprará un cuento baratito de pasada por el Carrefour. La crema solar, el cuento... ya está pensando otra vez en el maldito fin de mes.

Pero él no desespera... y sigue imaginando que un día se compran una casa más grande, que le paga la carrera a Marina y que a Sonia (que le encantan pero no le queda tiempo) le regala un perrito adoptado en la perrera municipal.

Llega la hora del reencuentro, está impaciente. Manuel abre la cerradura de casa y Marina viene corriendo con un dibujo en la mano que dice ser un perrito para mamá... Sonia la acompaña con un cuento en la mano... "Mira Manuel lo que compré pá la nena de camino al pediatra!" Manuel las mira y siente una felicidad infinita e indescriptible... "Qué te has hecho en esa mano?" le pregunta Sonia. "Nada importante... fue trabajando... pero vamos corriendo a leer ese cuento, verdad Marina?" contesta. Así que sonríe, las abraza y piensa... Mañana tal vez sea otro mejor día para hablar del frustrado y próximo final de mes.

Tanca els ulls... i dorm.

Tanca els Ulls (Sau 1990)
La lluna surt
arriba la nit
Tu ja saps que és l´hora
d´anar a dormir
així que tanca els ulls,
tanca els ulls.
tanca els ulls,
ningú no pot venir a fer-te mal
Tu tens tanta por
de quedar-te sol
però ara no
jo estaré amb tu per sempre més,
així que tanca els ulls,
tanca els ulls,
tanca els ulls,
i dorm.

jueves, 15 de mayo de 2008

Mi experiencia “lactante”: Las otitis (Parte II)

Salí a la calle en aquel momento, después de los consejos tan infundados de quien dice llamarse profesional. Si soy sincera, que he de serlo, diré que en plena calle rompí a llorar… un poco de los nervios, un poco de no saber qué hacer… Un poco de la gran frustración… de llevar en mis manos un papel que decía “derivamos al médico de cabecera”.

Qué podía hacer? Se me ocurrían dos opciones: o me iba a la Vall Ebrón de urgencias que sí tienen otorrino (y tal vez me traten mejor) o me iba a picar a la puerta de un especialista pidiendo que me atiendiera por favor. Me decidí por lo segundo, puesto que era una mañana de día laborable y aún estaba justo en la puerta del hospital, donde podría subir a planta y buscar algún buen especialista.

Llegué a la planta, y allí estaba el mostrador donde me dirían qué puerta es la del otorrino. Le expliqué lo que me pasaba “mire, no tengo hora, pero ya he pasado por 4 otitis seguidas. Me derivan de nuevo a mi médico de cabecera otra vez…” bla bla bla… La historia de nunca acabar.

Aquella mujer, muy amable (creo que por primera vez alguien me escuchaba) me dijo sinceramente “Le aviso que el Doctor no suele aceptar visitas que no tengan hora, no es muy amigable… pero puede intentarlo” y me indicó la consulta del Doctor.

Pues bien, enseguida salió la auxiliar pidiendo los papeles de visita a los que esperábamos en la puerta… Yo otra vez a explicar brevemente mi historia “verá… no tengo hora… 4 otitis seguidas… un bebé lactante y ya llevo semanas con antibiótico oral… sería el Doctor tan amable…” Pues sí, amablemente me indicó que se lo preguntaría al Doctor.

El milagro se produjo. Salió y dijo “el Doctor ha dicho que le atenderá”… En ese momento me habría puesto a llorar otra vez… se me caían las lágrimas. Al llamarme por mi nombre entré y debí decir algo así como “Se lo agradezco enormemente” Aquel hombre hizo un gesto con la cabeza e indicó “cuénteme lo qué le pasa”…

Me detectó una dermatitis interna en la oreja y me mandó un tratamiento específico. Gotas aplicadas directamente sobre la zona con un poco de antibiótico local. No volví a tener dolor ni recaídas!

Increíble pero cierto! Aún hoy que lo explico en este blog me quedo sorprendida de tantos hechos desagradables y bien agradecida a aquel hombre, que no me conocía de nada, pero por fin, supo afrontar humanamente mi situación. Quizás el ejemplo más claro de lo que significa también profesionalidad.

Mi experiencia “lactante”: Las otitis (Parte I)

Pues resulta que ahora si coges una otitis no te mandan al especialista, vas a tu médico de cabecera… Si coges, una, dos, tres incluso cuatro otitis seguidas, siguen diciéndote que te visites con tu médico de cabecera… Increíble pero cierto, ahora os cuento más porque me parece una falta de profesionalidad generalizada.

Comments aparte. Mi historia comienza akí… Xavier tendría apenas unas semanitas y de pronto, empecé con otitis (1ª otitis)… Me fui al médico de cabecera, qué bien, me mandó antibiótico. Yo daba el pecho, por tanto, me recetaron antibiótico que “se puede tomar puesto que se utiliza p.e. para el tratamiento de las mastitis”. Perfecto, me voy a casa y hago 7 días de tratamiento.

Al 8º día estoy mucho mejor… Pero tres días después, otra vez me duele… Me voy al médico de cabecera “Tienes otitis” (2ª otitis) te recomiendo el mismo tratamiento. Está bien … 7 días de tratamiento, al 8º día perfecta pero días más tarde, otra vez… ya empieza a afectarme. Llevo días que no me encuentro bien y Xavier necesita atención contínua… Cuando mejoro, otra vez recaída… Me siento mal, no porque me duela (que duele), me siento mal por no poder estar 100% con mi hijo. Pero volvamos a intentarlo. Me voy ahora de urgencias al Cap. Todo esto en esos días que el bebé duerme poquitas horas seguidas, no me cogía mucho peso, lloraba sin parar por lo que los médicos llaman “cólicos del lactante”, etc… En fin… el médico de guardia, me manda otra vez antibiótico… Empiezo a preguntarme si no será demasiado antibiótico para una mamá que da el pecho a su hijo… Podría pasar algo?

Me empiezo a preguntar por qué narices no me mandan al especialista, si ya empiezo a estar afectada con este asunto, cansada de las recaidas… No entiendo nada… Pero a veces soy demasiada buena persona y me creo las palabras del médico que me asegura que sólo es una otitis más (3ª otitis) y que haciéndome no 7, sino 8 días de tratamiento, sanará definitivamente. Insisto en “y no será excesivo antibiótico para una madre que da el pecho?” “puede afectar a Xavier?” a lo que el profesional resta toda la importancia del mundo, claro, y bueno, yo que soy buena persona me lo creo. Seguía preguntándome para qué diablos están los especialistas en este país…

Adivinad qué pasa después del tratamiento que iba a ser tan eficiente? Aparece de nuevo! 4ª OTITIS!!!! Yo ya siento que estoy al borde, desespero… Me duele… Otro día más en que Xavier me reclama y mamá no se encuentra bien…Y se lo explico, pero él no entiende, además él no se encuentra bien tampoco. Qué le vas a explicar a Xavier igualmente… su pediatra nos reitera también que tiene el estomaguito inmaduro y que por eso le hace mal la pancha… Pues estamos bien!

Yo ya no puedo más, mi bebé me necesita … Voy a volverme mala persona con los “médicos del antibiótico”… Me voy de urgencias al hospital a ver si alguien me escucha de una santa vez… Allí me presento… Me pasan a la consulta inicial de “qué le pasa a usted… me lo cuenta y luego se espera fuera”… con tan mala pata que me encuentro a una deshumanizada que dice ser profesional en la materia… Atentos a los comentarios:

“Solo hay otorrino de urgencias en la Vall Ebrón, deberías ir allí si tan desesperada estás”

Vale, ojalá te hubieras callao en este punto… Pero no, tenía que seguir dando consejos…

“Porque aquí no vamos a atender a una paciente con otitis. Deberías ir a tu médico de cabecera”

Dios! Encima me hace un volante o no sé qué indicando que me deriva a mi Cap. Me estoy poniendo ya muy nerviosa… No ha escuchado nada de todo lo que le he dicho. Que ya he estado allí mil veceeesss!

“Ahora las otitis no se derivan a un especialista, lo siento. Es al cap donde debo mandarte otra vez. De todos modos un especialista va a decirte lo mismo que tu médico de cabecera. Eso sí, si tan preocupada estás como me estás contando, puedes irte a uno privado… porque si tu hijo es una prioridad no te importará pagar 30 euros y quedarte más tranquila”

En este punto… Bueno, creo que no hay mucho que decir no? Pero los comentarios afortunados seguían…

“Sabes? Yo dejé de darle el pecho a mi hijo por una otitis. No sé cuánto antibiótico puedes tomar, pero en caso de duda, puedes darle leche artificial y menos problemas”

“Yo soy profesional del paciente… que en este caso eres tú. Si quieres que te ayudemos te volveremos a tratar con antibiótico sin importarnos que des el pecho. No nos importa tomar según que decisiones si van a ser buenas para el paciente y no satisfactorias en otros sentidos personales…”

A lo que me empezó a poner ejemplos sobre que si alguien llegaba al servicio de urgencias muriéndose no se iban a poner a pensar en no sé qué tonterías… Vamos! Lo que se dice, una cagada de comentario más!

Os aseguro que todo fue real! Sucedió así… No sé si las mismas palabras, claro, difícilmente podría recordar las palabras exactas, pero así eran los argumentos, así de poco competentes… Tal cual.

Me fui os aseguro con lágrimas en los ojos… No me puse a llorar allí mismo porque aún me quedaba algo de orgullo…JAMÁS y digo JAMÁS me había sentido tan frustrada. No pensaba en mí en aquel momento, pensaba en si realmente las otitis se iba a cargar “nuestra” lactancia (de Xavier y mía)… Y no podía hacer mucho más… Pensé en poner en aquel momento una reclamación, pero mi prioridad era pensar y buscar una solución a mi problema…

(continuará…)

martes, 13 de mayo de 2008

Ya lo verás

Nace un nuevo bebé y me pregunto... el mío era tan pequeño? Parece tan frágil que ya ni me acuerdo y me da miedo cogerlo por si he perdido la práctica… Sabré aguantar ese cuellecito, susurrarle la melodía adecuada para calmar su desorientación. Y se para el tiempo un segundo… y dejas tus pensamientos aparte para simplemente observar el gran milagro de la vida. Te comparas, te preguntas qué sentías tú en el mismo lugar que su madre. Sentías tanta fortuna, surgían dudas. Pero poco importaba la inexperiencia, es dejarte llevar por el instinto que nunca falla. Y les felicitas con la boca llena, no te dará tiempo a explicarles que no hay nada igual, nada comparable… no te dará tiempo a explicarles sencillamente porque no se puede explicar… y sonries, y piensas: no hace falta que te diga nada… ya lo verás!

(Para Lidia y Unai. Por vuestros momentos futuros.)

domingo, 11 de mayo de 2008

Ayuda a ayudar a los animales :-)

Estamos vendiendo participaciones a 3 euros para el sorteo de una cena para dos personas en el restaurante Calfred de St Coloma de Gramanet (Barcelona). Lo de la cena es simbólico, lo importante es que la recaptación se dedicará a ayudar a los animales. Así que si queréis colaborar con la causa ya sabéis: animaros! Podéis incluso hacer la petición de papeletas por email, aquí tenéis ésta y mucha más información:

http://www.veuanimal.org/sorteo-cena-para-2-personas/

Gracias por adelantado. Os lo agradezco de corazón.


La foto es del precioso Thor. Todo lo que están haciendo por éste y otros animales es increíble! os lo aseguro! Ojalá nuestro pequeño granito de arena sirva de mucho. Entre todos es posible.

jueves, 8 de mayo de 2008

Liberemos al palomo de Mataró!




Hoy he escuchado por la radio esta noticia, y aunque a muchos seguro les parezca una tontería, me ha parecido una denuncia muy justa. A veces no nos fijamos en que esas pequeñas cosas que hacemos puedan estar dañando a algún ser vivo. Se puede hacer lo mismo, pasar el rato agradable, sin maltratar, marear, hacer vomitar a un animal. Os paso un link por si alguien está interesado en la noticia y quiere enviar también una carta de protesta al respecto.

http://www.liberaong.org/index.php?c=n.php&id_noticia=638&paraula=Colom&paraula2=gegant&idiom=cast

Por cierto, la notícia la he encontrado en catalán, si la encuentro en castellano os pondré el link también.

Por mi parte, ole por los ojos que vigilan a gran y pequeña escala! Liberemos al palomo!

Mi experiencia "lactante": dando el pecho.


Desde el primer momento Xavi parecía que mamara bien (a pesar de tener frenillo corto) y con ganas. Nació con 3.170 kg y en el hospital perdió algo de peso, como es habitual. Yo no tuve nunca una buena "subida" de leche, de forma que siempre estuve dudando en si alimentaba lo suficiente, pero como lo tenía la mayoría del tiempo al pecho, también era incongruente pensar que no se estaba alimentando bien. Escuché muchas veces la frase de "no debes tener leche" o "no debes tener buena leche". Semanas más tarde las mismas personas q decían eso afirmarían lo contrario "qué hermoso que está, debes tener buena leche" cuando 23 días después del nacimiento por fin empezaría a ganar algo de peso, irónico verdad?


Xavier nació un martes y el viernes llegó el primer "desorden". Viernes noche, a eso de las 23:00h, le estaba dando su toma a Xavier y de pronto se separa de golpe (cosa q ya me extrañó puesto que se aferraba muy bien siempre) y descubrí que en la carita tenía sangre... Menudo susto! Lo que ocurría era que yo tenía una grieta, solo era eso... Pero me asusté un poco "y ahora qué?" "puedo darle de mamar?" La respuesta es SI, sin duda. Pero claro, había que evitar agrabar la situación. "Será culpa de la posición? del frenillo corto?". El jueves siguiente tenía día para cortar el frenillo de Xavier y se me hacía un mundo tener que esperar una semana hasta entonces con el pecho dolorido y agrietado. Llamé a Carlos González el sábado por la mañana y me indicó que seguramente se trataba de un problema en la posición de amamantamiento y no del frenillo (tengo tantos consejos que agraderte...). Y así fue, el lunes la cosa ya había mejorado después de tratar de mejorar la postura en q se me colocaba el bebé al pecho. Momentos de satisfacción.

Gracias especialmente a Carlos González también por su libro "Un regalo para toda la vida: Guia de la lactancia materna". Indispensable, me ayudó inmensamente.

Y gracias a las chicas del grupo Do de Mare, por sus reuniones semanales de los lunes en el casal. Otra ayuda indispensable.

miércoles, 7 de mayo de 2008

El nacimiento de Xavier

Explicaré "nuestro" parto así por encima, sin dar muchos detalles puesto que hay algunos momentos que prefiero olvidar. Animo a mi mente a disfrazar los momentos duros y animo a intensificar los dulces. Fue un dulce final, lo más grande que hemos vivido en la vida. Simplemente eso! una nueva vida! cómo describirlo, es imposible! Pero hasta ese momento pasaron horas y pasaron muchas cosas también. Exactamente desde las 3h de la madrugada de un martes hasta las 18:23h de la tarde del mismo día, momento en el cual Xavier asomaba su tierno cuerpecito y se producía el único momento eterno limitado a mi existencia. Miento, fue aún mucho mejor que todo esto. Habíamos luchado mucho los dos y finalmente lo tendría... lo tenía entre mis brazos.

El nacimiento de un niño es la experiencia más fuerte que podemos vivir, y es el nacimiento de una nueva gran esperanza... De que todo ha ido finalmente bien, de que vaya bien también a partir de ese momento, que se convierta en una buena persona, que sepas educarlo como se merece. Pero todo eso, no te lo planteas hasta mucho más tarde. En ese instante en que escuchas la canción de su primer llanto, simplemente vives... la magia de la música, la magia de la vida... del amor más fuerte. Fue el 17 de julio del 2007.

lunes, 5 de mayo de 2008

Va de anillos de boda...

Pues estamos muuuu contentos... El viernes vinieron unos muy amigos nuestros a cenar a casa... Y nos dieron una gran noticia. Xavier estaba durmiendo, no sospechaba que se le iba a adjudicar un momento de protagonismo importante. Al día siguiente se lo tendría que explicar: Xavier, vas a llevar los anillos en una boda! con solo 9 mesecitos, no andas, lo intentas, y ya estamos haciendo planes :-) Gracias a los dos por contar con mi pequeño "cuco" (así es como lo llamo a veces...) Y muchas felicidades, estoy convencida que os irá tan bien como os merecéis! Vamos preparando el traje de marinerito o qué? jajajaaaaaa :P